Hace ya un tiempo que estoy
en los últimos lugares
donde quisiera estar.
Creo que fueron
solo unos días
pero perdí la noción del tiempo.
El sueño es recuerdo y llantos,
pero la realidad
es aún más triste.
El presente es cruel y despiadado,
insensible y vanidoso.
Siento un vacío
porque me robaron una parte.
El viento está frío,
más que nunca.
Se siente espeso
y no me acaricia.
Hoy me choca,
me clava sus cuchillas,
tajea mis húmedas mejillas:
pistas de lágrimas recientes
y constantes.
Hoy estoy más incompleta que antes
y eso es decir más que vacía.
Entendí que ahora valoro lo que antes tuve.
Entiendo que perdí mucho y no valoraba nada.
Ahora estoy casi perdida y sin valor.
Es difícil permanecer así,
con el alma desalmada
y la mente intranquila.
Es todo más difícil
de lo muy difícil
que siempre fue.
Y hay en mí un gramo de desesperación.
Las palabras más exactas
me surgen
en forma casi verborrágica
a consecuencia de esta necesidad
de desahogo.
Pero este dolor
tiene infinitas palabras,
infinitas lágrimas,
infinitas deudas.