El sol,
sin permiso,
porque no lo necesita,
se adentra en mi habitación.
Invade mi ser.
Me baña.
Este sol que calienta mis piernas,
mi espalda,
mi cuerpo desnudo,
me sumerge,
me envuelve,
me lleva al sueño.
Con un tinte mágico e irreal,
mis sueños se muestran suaves.
Sin embargo, la realidad es,
como muy pocas veces sucede,
aún mejor...
En el cielo no hay nubes que opaquen su brillo.
No hay sombras que manchen mi piel desnuda.
No hay frío ni miedo.
Pero el sol se fue, como todas las cosas placenteras.
Tengo esa humana seguridad que va a volver,
con su fuerza y su calor,
y sus rayos bañarán,
toda mi piel desnuda.